martes, 3 de febrero de 2015

Por más que intentaba huir, su recuerdo estaba ahí.
Era inútil recorrer las calles de Madrid, era inútil, pues ella estaba ahí.
Ahí donde miraba.

Inútil caminar por la Gran Vía, cuando su mirada le perseguía.
Incluso pasando por la Puerta de Alcalá escuchaba el eco de su risa.
Caminaba por el Parque de El Retiro, rodeado de gente,
y la veía a ella con sus pasos descuidados pero elegantes.

‘’La Puerta del Sol es preciosa de noche, no puede ser que nunca hayas estado’’
Le decía ella con una sonrisa divertida, mientras caminaba con las manos en los bolsillos de su chaqueta.
‘’Ya te he dicho que soy nuevo aquí’’
Le explicaba él, mirándola a sus ojos azul intenso.

Seguía caminando por la Calle de Alcalá, recordando esa conversación.
Fue la primera, la primera de toda una historia.
Sin pensarlo, sus pies se detuvieron.
Entonces miró hacia atrás, y
sí.              Era cierto.
Había recorrido todas esas calles,
todos esos sitios sin ella.

Estaba allí, parado en medio de la calle,
en medio de todo un ir y venir de gente,
y con una gran sonrisa en la cara,
convencido de sí mismo, pudo decir por fin:
“No te necesito, Sara”.

Pero en el fondo.
No, más fondo aún.
Eso es,
ahí,
sabía que sí.

Y la gente que le rodeaba,
aún sin prestar mucha atención al joven de mirada perdida,

también sabían que sí.