Por más que
intentaba huir, su recuerdo estaba ahí.
Era inútil
recorrer las calles de Madrid, era inútil, pues ella estaba ahí.
Ahí donde
miraba.
Inútil
caminar por la Gran Vía, cuando su mirada le perseguía.
Incluso
pasando por la Puerta de Alcalá escuchaba el eco de su risa.
Caminaba por
el Parque de El Retiro, rodeado de gente,
y la veía a
ella con sus pasos descuidados pero elegantes.
‘’La Puerta
del Sol es preciosa de noche, no puede ser que nunca hayas estado’’
Le decía
ella con una sonrisa divertida, mientras caminaba con las manos en los
bolsillos de su chaqueta.
‘’Ya te he
dicho que soy nuevo aquí’’
Le explicaba
él, mirándola a sus ojos azul intenso.
Seguía
caminando por la Calle de Alcalá, recordando esa conversación.
Fue la
primera, la primera de toda una historia.
Sin
pensarlo, sus pies se detuvieron.
Entonces
miró hacia atrás, y
sí. Era cierto.
Había recorrido
todas esas calles,
todos esos
sitios sin ella.
Estaba allí,
parado en medio de la calle,
en medio de
todo un ir y venir de gente,
y con una
gran sonrisa en la cara,
convencido
de sí mismo, pudo decir por fin:
“No te
necesito, Sara”.
Pero en el
fondo.
No, más
fondo aún.
Eso es,
ahí,
sabía que
sí.
Y la gente
que le rodeaba,
aún sin
prestar mucha atención al joven de mirada perdida,
también sabían
que sí.