Trucaste las cartas
y empezó la partida.
No me dejaste ni tiempo para dudar.
Tampoco para echarte de menos.
Tu creaste un juego en el que
ya estaba determinado el ganador.
Pude irme y dejarte sólo.
Total, ya encontrarías a otra jugadora mejor que yo.
Decidí quedarme, arriesgarme,
ir con todo y luego desaparecer.
"Timar al timador", esa era mi técnica.
Todo falló cuando a las canciones
les dio por hablar de ti.
Cuando te colaste en mis sueños
para besarme sin mi consentimiento.
Y hacer que quisiera más.
Claro, ya nunca era suficiente.
Me volví adicta al juego.
Adicta a arriesgar todo en cada mirada.
A abrazarte y cerrar los ojos sobre tu pecho.
Recuerdo incluso de soltar un tímido "te quiero"
y poco después perderlo en tus labios.
Pero tu turno se anticipó,
a mis expectativas al menos.
Pusiste el punto y final a esta miserable partida.
Apostaste con todo
y acabaste con todo.
Y fue tan fugaz.
Tan con tantas prisas.
Que no te he encontrado un mísero título.
Y no esperes un "lo siento", un "perdona" o un "es culpa mía".
Me gusta que estés así,
sin titulo.