Sus manos se
acariciaban como nunca lo habían hecho. Con nadie.
Intensamente,
queriendo que el olor de uno se quedara impregnado en el otro, y viceversa.
Sus labios…
sus labios recorrían cada centímetro del cuerpo del otro.
Saboreándose,
querían recordar ese sabor aun cuando estuvieran a miles de kilómetros de
distancia.
Sabían que
esa vez iba a ser la única,
y la última.
Pero eso no
les callaba, si no que les hacía cantar más fuerte.
Él, que
nunca había visto nunca una piel tan atrevida.
Y ella, alma
perdida, que había encontrado el norte en su sonrisa.
Se les hacía
extraño hablarse de esa manera,
sentirse de
esa manera,
y quererse
de esa manera.
Pero mañana
todo quedaría atrás.
Tenían ese
momento y nada más.