miércoles, 25 de febrero de 2015

De mañanas.

De buena mañana,
me dijiste que te ibas.
Mi cama quedó cual sabana,
pues tú tenías prisa.

De buena mañana,
eché de menos su sonrisa.
Su mirada en mí clavada,
y sus caricias matutinas.

De buena mañana,
me dijeron que no volverías.
Que habías seguido la nevada,
que tus pasos ya no me pertenecían.

De buena mañana,
dejé de lado tu biografía.
Busqué en demás sitios tus madrugadas,
llenando mis labios de otras ruinas.

De mala mañana,                encontré tu mirada en mi cafetería...




domingo, 15 de febrero de 2015

Vida es tu mirada.

Me pasa.
Me pasa que cuando me miras,
clavando esa mirada marrón intenso en mis ojos,
ya no existe nada más.
Me das fuerza, 
me haces crecer con un solo gesto,
y para colmo, haces que,
al menos dentro de mi cabeza,
todo deje de ser lo imposible.
Para poder convertirse en lo posible, 
en ese "puedes tener lo que te propongas".

Y te lo juro.         Yo te juro,
que aunque sea solo un segundo,
ese segundo en que nuestras miradas se cruzan y algo brilla -aunque sea dentro de mí-,
yo me lo creo.
Me lo creo pero bien.           
Porque todo a mi alrededor se vuelve pequeño,
y entonces me vuelvo a creer, otra vez,
que puedo agarrar lo que quiera con mi valiente mano.

Ahí es cuando me acuerdo,
vuelvo en mí y veo que tú ya no me miras.
Y veo que ese algo ya no brilla en mí.
Entonces todo se vuelve a hacer grande,
ya nada cabe en mi débil mano.
Lo posible vuelve a su parecer, vuelve a ser lo imposible.

E imposible se vuelve también,
que mis lágrimas no despierten de allí donde se encuentren,
y formen un camino mejilla abajo.
Porque entonces lo sé,
sé que no te tengo.
Sé que nunca te podré tener.
Sé que lo único que tengo de ti es tu mirada.
Y que me tendré que conformar con esos segundos de gloria
en los que nuestras miradas se cruzan,
y mis ojos se llenan de vida.





jueves, 5 de febrero de 2015

Hablaban sin palabras

Sus manos se acariciaban como nunca lo habían hecho. Con nadie.
Intensamente, queriendo que el olor de uno se quedara impregnado en el otro, y viceversa.

Sus labios… sus labios recorrían cada centímetro del cuerpo del otro.
Saboreándose, querían recordar ese sabor aun cuando estuvieran a miles de kilómetros de distancia.

Sabían que esa vez iba a ser la única,
 y la última.
Pero eso no les callaba, si no que les hacía cantar más fuerte.

Él, que nunca había visto nunca una piel tan atrevida.
Y ella, alma perdida, que había encontrado el norte en su sonrisa.

Se les hacía extraño hablarse de esa manera,
sentirse de esa manera,
y quererse de esa manera.
Pero mañana todo quedaría atrás.
Tenían ese momento y nada más.



martes, 3 de febrero de 2015

Por más que intentaba huir, su recuerdo estaba ahí.
Era inútil recorrer las calles de Madrid, era inútil, pues ella estaba ahí.
Ahí donde miraba.

Inútil caminar por la Gran Vía, cuando su mirada le perseguía.
Incluso pasando por la Puerta de Alcalá escuchaba el eco de su risa.
Caminaba por el Parque de El Retiro, rodeado de gente,
y la veía a ella con sus pasos descuidados pero elegantes.

‘’La Puerta del Sol es preciosa de noche, no puede ser que nunca hayas estado’’
Le decía ella con una sonrisa divertida, mientras caminaba con las manos en los bolsillos de su chaqueta.
‘’Ya te he dicho que soy nuevo aquí’’
Le explicaba él, mirándola a sus ojos azul intenso.

Seguía caminando por la Calle de Alcalá, recordando esa conversación.
Fue la primera, la primera de toda una historia.
Sin pensarlo, sus pies se detuvieron.
Entonces miró hacia atrás, y
sí.              Era cierto.
Había recorrido todas esas calles,
todos esos sitios sin ella.

Estaba allí, parado en medio de la calle,
en medio de todo un ir y venir de gente,
y con una gran sonrisa en la cara,
convencido de sí mismo, pudo decir por fin:
“No te necesito, Sara”.

Pero en el fondo.
No, más fondo aún.
Eso es,
ahí,
sabía que sí.

Y la gente que le rodeaba,
aún sin prestar mucha atención al joven de mirada perdida,

también sabían que sí.