más que nada porque no sé decir... lo que soléis decir.
La vida (todavía)
no me ha enseñado a eso.
En ese aspecto puede que sí
sea una jodida cobarde.
Pero yo no sé enfrentarme
de otra manera
-todos tenemos nuestros trucos para avanzar-.
Si siento que tengo que irme,
desenganchárteme de mí,
arrancárteme de los escombros de mi fachada,
lo haré siempre sin que te des cuenta.
Porque si me paro a despedírteme,
no me ire ya.
Si me parara a decirte adiós,
entonces me tendría que quedar para mirarte
cinco minutos más -y en bucle-.
Todos saben que volvería a retorcer mi piel
y a inmolar mis vértebras, por ti. Una vez más.
Pero ya no soy esa niña.
Necesito hacerlo rápido,
como cuando te arrancas una tirita
y el aire te escuece si te roza,
y sin que me pidas un porqué.
Si tengo que irme y me fui,
seguro que ni lo notaste.